domingo, 10 de mayo de 2009
Infinito adolescente
Aquel tipo no le gustó la primera vez que lo vio. Llevaba unas gafas ridículas. El pelo recién rasurado. Unas gotas de gomina. Mal repartidas, como un goterón de semen. Lo observó durante quince minutos. Allí no había nada mejor que hacer. Una copa. Dos copas. Tres copas. Hubiera deseado un basto. Él bailaba descordinado. No, no era eso. Se contoneaba. Hacia la derecha. Hacia la izquierda. Sudaba. Arrimaba sus labios al vaso de tubo. Cuando descubría que ella lo miraba apartaba la vista. El rostro enrojecido, ruborizado. Debía tener unos diez años más que ella. Se dejó arrastrar por la calidez de la ginebra de garrafón para abordarle. Se había confundido. Él duplicaba sus quince años. Pareces mayor. Le dijo al oído. Tú pareces un niño. Estaba segura de sí misma y de su falda de cinco centímetros. Él también estaba seguro de la seguridad de ella. La adolescente vivía con sus padres y él también pero tenía coche. Le gustaba hacer el amor con música así que él buscó entre los cedés desperdigados entre el asiento del copiloto y la guantera. Ella le ayudó. Bakalao con ka. Bacalao con ce. No pudo evitar pensar en bacalao al pil pil. Era la única variable que faltaba allí. Reggaetón. Estuvo a punto de ponerse la camiseta e irse. Lo pensó y se dio una tregua. Recordó alguna canción de los Rolling Stones, de Patti Smith, de Ben Harper, de Lionel Neykov, de Jorge Drexler. Y entonces empezó a sonar Infinity. ¿Vale ésta? Ella le quitó las gafas, la camiseta y el pantalón. Después, mientras aquel tipo se agarraba a su alma se quitó el sambenito de intelectual, lo posó en la alfombrilla del coche y olvidó la zozobra de la normalidad. Dejó que sus quince años se fundieran con la noche.
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"Unas gotas de gomina. Mal repartidas, como un goterón de semen".
ResponderEliminarUna de tantas imágenes acertadas. No es una violación, pero seguro que los dos lo pensaron en algún momento. Violar, por supuesto, puede ser consentido. Igual que cabe dejarse violar.
Uno se empieza agarrando al alma de la otra persona y acaba conquistando su vientre, llenándolo de certezas y de semen, mal repartiéndolo dentro, rodeado de paredes ìmposibles de tirar.
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